domingo, 7 de junio de 2009





EL DON DE DIOS (La Trinidad de Nuestra Vida)
Nereo Silanes, del Secretariado Trinitario

Desde la antigüedad, la Iglesia testimonia su veneración por la Santísima Trinidad “no en su ser en sí, sino en la relación con los hombres” (p. 28).

1. Hijos en el Hijo. Así, el proyecto que Dios Padre tiene para los hombres “no ha sido otro que el de asociar a todos los seres humanos en la comunión trinitaria, constituyéndolos hijos en su Hijo encarnado … unidos en el mismo Espíritu de comunión y de amor que une al Padre y al Hijo” (p. 29).

2. Comunión en el Espíritu. La divina revelación nos indica, además, que hay una clara dependencia del Espíritu Santo, la cual es permanente. Por tanto, “El Espíritu concurre con Cristo en la constitución y desarrollo de la Iglesia, juntamente con el Padre. No en vano San Irineo afirma que el Hijo y el Espíritu son ‘como las dos manos del Padre’ a través de las cuales crea y recrea todo” (p. 29).

Se desprende de lo anterior, entonces, que Dios es la Santísima Trinidad, que desde siempre quiso ser nuestra por autodonación, ya que “ha querido ser nuestra, dentro de su absoluta trascendencia, por el bautismo, al comunicársenos tal cual es, para que vivamos su misterio de comunión y familia” (p. 29).

Y lo más importante: no sólo somos imagen de Dios porque poseamos un “ser”, ni porque ese ser sea inteligente y libre, sino porque participamos por naturaleza del propio “ser trinitario”. Así que “Dios Padre … al engendrar al Hijo, en Él y por Él, engendra también a los hombres. Son Dios Padre y Dios Hijo quienes, al amarse mutuamente, nos envuelven en el ‘abrazo de Amor’, que es el mismo Espíritu Santo. Son las tres Personas que introducen al hombreen su propia comunión familiar. La Santísima Trinidad, por lo mismo, es lo más vital, en la existencia del hombre” (p.31)

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